En Puerto Araújo

Estoy a orillas de la carretera, este lugar lo llaman Puerto Araujo, hace bastante calor a pesar de que son las 4,30 de la mañana y el sol tardará mas de una hora en salir. Entonces está muy oscuro. Me paro a observar y los vehículos avanzan en ambos sentidos de la difusa carretera a toda velocidad arropados por decenas de luces que sirven para advertir de su presencia. Tengo sueño. Cuando intenté dormirme alguien me despertó para decirme que ya había llegado a mi destino. Me bajé y mis pies pisaron este lugar.

Compro un nuevo tiquete porque aun debo continuar. Así que debo permanecer aquí hasta las seis de la mañana. Observo un cuadro surrealista. Un niño aparece de un caserío cercano y juega con otro chico que atiende en el paradero. Abro entonces el libro que llevo como mi compañero «Los átomos». Comienzo a leer por segunda vez una entrevista al Físico Louis Victor de Broglie, premio nobel en 1929 por esclarecer que los electrones se comportan como ondas tanto como partículas. Dice » Nadie ignora que la hipótesis atómica se remonta a la Grecia clásica. Empédocles, Demócrito, Leucipo y, finalmente, Epicuro formularon la hipótesis de la que mas tarde se haría eco Lucrecio en su obra De rerum natura.» 

Continuo leyendo y me pesan los ojos, de nuevo. Devuelvo la pagina y observo la fotografía de De Broglie mirando hacia el vacío con un bolígrafo en la mano, escribiendo. Y me siento feliz. Ha llegado un bus cargado de gente, abre las puertas y deja escapar el aire frío de su interior. Los dos chicos del paradero ahora están ocupados de nuevo, atendiendo cuanto antes a los fugaces visitantes. 

Han pasado diez minutos. He observado como conversan un par de hombres cada uno con un tinto y un cigarrillo en la mano. «Los físicos llegaron a la certeza de que el átomo era un complejo edificio del que había que determinar la estructura, y para esta labor pusieron a contribución sus conocimientos sobre la naturaleza de la electricidad«. Me duermo sobre la mesa y comienzo a soñar, alguien me despierta para seguir mi viaje.

El resplandor del sol ha comenzado a transformar el horizonte, millones de fotones rozan la hierba mientras el ganado lentamente se mueve en pequeños grupos. Avanzo a toda velocidad hacia el municipio de Vélez en Santander. En algún momento me duermo pero me despierta la carretera pedregosa. 

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