Un par de soldados vigilan desde la torre. De vez en cuando, en medio de su aburrimiento, les da por mirar el paisaje. Cientos y cientos de casas de adobe anaranjado con techos de zinc, apiladas, tupidas. A los turistas les gusta sacarles foto. Se forman en grupos de 4 ó 5 y le piden a otro turista que les dispare con la cámara, sonríen. A cambio dejan unos cuantos centavos de dólar a los bailarines de break dance y compran una que otra manilla tricolor que dice “Colombia” con shakiras negras. En un televisor de la zona hablan de las balaceras y de los muertos. Los chicos en sus bicicletas recorren todo el viaducto, piden monedas y escuchan hablar en un inglés mucho mejor que el de sus profes en el colegio. Hoy habrá toque de queda. Las escaleras las apagan a las 9 pm, justo una hora antes. En la noche se desatan las fieras criollas con sus fusiles y gritos en la hondonada. Lluvias de plomo y pólvora. Justo a esa hora los europeos, asiáticos y suramericanos comparten sus fotos en instagram: “Hi guys, this is Columbia, comuna 13, #PabloEscobar.” En la mañana el televisor volverá a informar de los estragos y las escalas eléctricas se encenderán de nuevo a las 7 am.
Comuna 13, algunos hechos
